Lo que queda de un mal día a veces puede ser un buen recuerdo

18 julio 2008

Ellos Tocan, Ellas Cantan

Ellos tocan el piano, la guitarra, el saxo, el violón... ellas cantan al compás.
Cientos de veces, ellas tocan y ellos siguen su compás, pero en ambitos más personales. Lo cierto es que hoy escribo sin tener nada que decir, solo esas divagaciones oscuras que me cruzan la mente en casos de agonia existencial, pero escribir, sentir el tacto de las teclas bajo mis dedos, me hace sentir que tengo algo que plasmar, aunque sea abstracto e incomprensible. Hoy mi cabeza está ocupada por esa nube asidua ya por estos lares, y por el humo de aquellas cosas que no me atañen y que nunca lo hicieron. El humo se despeja, pero solo cuando hablo contigo, cuando consigo recargar las baterias de mi automatismo desquiciado. Hoy la vida transcurre a pasos lentos y torpes, entre bisoprolol y metformina, entre codigos nacionales y conversaciones vacías, entre pastillas juanolas y test de embarazo. Hoy la vida transcurre, aunque solo sea por unas horas, lejos de tu cuerpo cálido y reconfortante, de tus manos tiernas y hábiles, de tu pelo frondoso y dulce, de tus brazos que me curan de todo mal. Hoy transcurre sin tus susurros en mis sueños, sin tus ojos en los míos, sin tu aliento en mi nuca. Aunque solo sean unas horas más, son horas más que eternas. Echo de menos las noches de conversación en las que acaba por salir el sol, en las que nos quedamos haciendo planes para lo venidero, en las que siento que en el mundo no existe nada más allá de ti, en las que siento tus manos buscando algún lugar de mi cuerpo en el que calentarse. Echo de menos los dias en que me despierto a tu lado, en que chirría la puerta del armario porque te vas a trabajar, los dias en los que la 14:00 significan vover a olvidarme de la soledad de la mañana o del bullicio de la facultad. Extraño las tardes en las que la ciudad se pone a nuestros pies para que la hagamos nuestra, y que acaban por dejarme la cadera hecha ascos, en las que escucharte tocando el piano es delicioso mientras salgo al patio o miro apuntes, en las que escucharte hablar es la manera más fácil de despegarme de la inmundicia de esta existencia. Me faltan esas horas en las que vienes directo a ver si me tocas una teta "o lo que surja", en las que me pones los pies en el regazo a ver lo que cae, en las que me dices que soy preciosa o me tocas como si nunca hubieras tocado nada antes. Echo de menos tocar tu nariz y tu tabletita de chocolate, tener entre mis manos tus piernas largas y fibrosas.
Y sin embargo, tengo las uñas rotas y las manos gastadas por el polvo que recubre los inhaladores y las recetas de la seguridad social, la cara demacrada por la enfermedad ajena, los ojos cansados de ver sinsentidos y el alma deshecha por la estulticia humana.
Tu escribes las notas, yo interpreto la canción.

Leeloo, rara.