Es una pena descubrir que una de las vistas más maravillosas de la ciudad de Córdoba puede contemplarse desde la 7ª planta del Hospital Provincial. Una ciudad de ensueño contemplada desde un lugar al que llevan las circunstancias más tristes.
Hoy está lloviendo. Probablemente hoy he pasado uno de los días más malos de los últimos meses, incluso años. Mis charlas con el médico, las constantes entradas y salidas de enfermeras de la habitación, el ruido de las mascarillas de oxígeno a mi alrededor... La imagen de mi abuela, que en 83 años jamás ha estado más enferma que de un simple resfriado, tumbada en la cama, con un terrible miedo.
No he querido irme de aqui esta noche. Es increible darse cuenta a lo que quedan reducidas las supuestas preocupaciones que tenemos en la vida cotidiana cuando se llega a una situación así.
Se supone que uno debe asumir que estas cosas pasan, que la vida tiene un final para todos nosotros. He pasado por decesos de familiares y amigos muy cercanos, pero ver a mi abuela en este estado me da tanto pánico que no se cómo reaccionar. Por primera vez en mi vida, tengo miedo. Miedo real.
Un hospital no es un lugar agradable. Sólo hay enfermos y enfermeras, médicos y pacientes, habitaciones y salas de espera, sofás cómodos que invitan a sentarse mientras llega la recuperación que en muchos casos no se dá nunca. Sólo he estado una vez antes que esto en uno de estos centros, y jamás en la seguridad social. Sólo por una fractura en un de mis piernas, en un hospital en el que apenas había gente enferma, sólo gente con algún desgaste oseo y cosas así.
Me deprime ver a la gente por los cristales de sus habitaciones, algunos tan sólos que me dan ganas de entrar a hacerles compañía. No sé que me deparará la vida, pero espero que no sea algo así.
Giro la cabeza de nuevo y veo Córdoba. Una ciudad demasiado bella para albergar tanta desdicha. Luces, gente, casas, hoteles, avenidas, puentes, río... Cosas que no merecen ser contempladas desde unos ojos tan decadentes como los que contemplan la belleza desde la más absoluta desesperación.
Te quiero Abuela.
Lo que queda de un mal día a veces puede ser un buen recuerdo
25 febrero 2006
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