Lo que queda de un mal día a veces puede ser un buen recuerdo

13 octubre 2006

Hand Made

Tarde, una vez más en esta casa que tan a menudo me quita el sueño, escucho la tele mientras le hago un chibi a Boti, más que nada por dejarle algo de recuerdo antes de irme otra vez. La escucho, porque no la miro, como siempre prefiero esperar a algún comentario que me haga girar la cabeza. Y ha sido un corto. No sé cómo se llamaba, pero era australiano, subtitulado en español, sobre una chica que tricotaba, concretamente una bufanda, de una manera casi desesperada, para un chico que la había mirado en el instituto (vaya, el plot del corto tampoco era para tirarse de los pelos, pero en fin). Ponía la bufanda en la taquilla del chico y esperaba a que abriera el paquete. El resultado: al chico no le gusta la bufanda. Ese era el corto. Fin.
A mi me encantan las cosas hechas a mano más que cualquier otra cosa, pero no recibo muchas. Tengo mil regalos, no puedo quejarme de eso (prácticamente en España vivo gratis ^^; , y digo en España porque estar en Viena me está saliendo por un pico...), pero casi nunca un regalo hecho a mano. Porque la gente ha llegado a la conclusión de que es mejor comprar algo que hacerlo, porque a nadie le gusta que le pongan esa cara de "uy, eh... gracias, muy bonito" y pasen al siguiente paquete sin la más mínima intención de volver la mirada hacia el "hand made object". Hace aproximadamente cuatro meses, Chinchilla fue a la playa, y recogió piedrecitas blancas, las metió en una caja de madera que había hecho él y me las dio. Me regaló piedras que había buscado él, porque decía que las piedrecitas blancas le recordaban a mi, e hizo esa caja de madera para meter esos trocitos blancos limados por el agua salada que llenaban su mente con mi imagen. Es curioso, porque a mi, ahora, las piedrecitas blancas me recuerdan a Chinchilla... y eso es un regalo hecho a mano. Algo lleno de reciprocidad entre el que regala y el que recibe. Esto último siempre existe en cada regalo, pero no de la misma manera que cuando se genera el objeto en cuestión, es decir, nunca tiene tanto sentido algo que te regalan "porque te gustaría" que algo que te regalan "porque te gusta". Porque te gusta saber que en el la playa existen esas cositas blancas que las miras y te recrean todas esas extrañas sensaciones que te dibujan una sonrisa en la cara, o porque te gusta saber que la gente se acuerda de ti en más momentos de los que habrías imaginado, porque te gusta tener cerca aquello que no siempre puedes tener para sentirte arropada.
Tengo malas experiencias con los regalos, parece que nunca he tenido muy claro lo que significan para los demás, o que siempre he pensado que son lo mismo para todo el mundo. Siempre me ha encantado hacer regalos, pero llegó un momento en que, desprecio tras desprecio, e incluso más tras los intentos de sustitución de momentos que podían haber sido inolvidables (y que por desgracia lo son por su desagradable final/desenlace/fin), dejaron de parecerme agradables. Aquellos regalos que se hacían tras una disculpa, tras una mala palabra, tras horas y horas de llanto, aquellos que se recibían para paliar las malas jugadas, aquellos regalos que me recordaban a cosas y que eran despreciados, los que he recibido con el fin de tener presente un pasado que no quiero rememorar (en cuanto a lo malo se refiere, por supuesto), aquellos regalos que se hacían pensando más en quien los regalaba que en quien los recibía, ninguno de ellos, ninguno, era un regalo hecho a mano. Ahora sólo quiero muñecas de trapo, jerseis de lana y piedrecitas blancas. También esa foto que me recuerda lo ida de la cabeza que he estado siempre es un muy buen regalo.
Odio las flores como regalo, son algo absurdo. Me han regalado flores, para recordarme no se qué sentimiento, probablemente uno gastado y mal usado (un sentimiento excesivamente peligroso ese del amor, nunca he sentido tanto dolor como entonces), y han sido exactamente lo que esperaba de ambas cosas: fueron bonitas, se marchitaron, y hubo que deshacerse de ellas porque lo ensuciaban todo. Secarlas es también una opción, que es exactamente igual que la primera, pero mucho más dolorosa: consiste en resignarte a saber que morirán, pero prefieres dejarlas allí, a tu lado, tácitamente oscuras y secas, sin que ofrezcan más que una compañía de la que te resistes a prescindir mediante los más desesperados métodos. Las cosas que mueren, estan muertas, y ya lo dice el refrán- El muerto al hoyo, y el vivo al bollo. Las flores están bien en su sitio, no quiero nada más que me recuerde a la muerte, ya tengo bastante con mi cara por las mañanas.
Ahora, me planteo hacer una lista con todos los regalos que me gustaría recibir y que probablemente jamás reciba, porque nadie se plantearía que, a día de hoy, alguien quiera recibir... quizás se la dé a quien crea que quiere regalarme algo, aunque cada vez pierdo más la esperanza de encontrar a alguien para hacerlo. Voy a perdir a los Reyes Majos ^^ (es que son muy majos, oiga) un despertar agradable y sin dubitaciones. Que tres son demasiados. Ah! Y dejar de ser imbécil, que ya me vale... me gustaba más como era antes... creo que aún estoy a tiempo (gracias Boti por las reflexiones durante esa cenita italiana).

Leeloo, que sabe lo que quiere, pero no que lo sepan los demás (sigo siendo igual de frágil, e igual de estúpida)

P.D.: Mi cabeza esta llena de unas extrañas nubes que me dicen "la has cagado". Las jodidas puta nubes tienen razón, quiero enmendarlo y volver a empezar!!!!! pero creo que la respuesta va a ser la misma. Jodidas putas nubes...

2 comentarios:

Nacho Betancourt dijo...

Dales aire a las nubes, que no tienen porque estar ahi si no quieres.
Mi nubes me gustan porque me dan sombra.

Me gustan tambien los regalos a mano, pero no creo haber hecho muchos, ni recibido

Saludos leelo

Perraca de Utrera dijo...

Mis nubes son extrañas, no suelen irse cuando yo quiero, sino cuando vienen otras que las empujan... Me gustaría echarlas pronto, pero pesan demasiado.